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CINE Y TECNOLOGÍA

CINE Y TECNOLOGÍA

Hace tiempo que no proyectaba nada en esta pantalla libre. Os cuento, tras un nuevo e inesperado retraso en la finalización del rodaje de mi documental, me he dedicado a terminar la renovación de mi equipo. Un nuevo ordenador hará la función de las viejas moviólas que hoy mueren agonizantes y cubiertas de polvo en almacenes olvidados.

Cuándo uno se lanza a la vorágine consumista (aunque sea por razones justificadas) es paradójico comprobar como se va cayendo en los pormenores técnicos de cada aparato que se compra, cómo se ve inmerso en una jerga técnica que simula comprender y cómo, de un modo casi mágico, uno piensa que con esas herramientas su creatividad y su talento van a dar un salto espectacular.

Por su puesto todo esto es falso, soy el primero que reconoce la importancia que la tecnología actual ha tenido para el desarrollo del cine, si bien no se debe confundir nunca la herramienta con la obra. Muchas veces me he encontrado con auténticos fanáticos de las nuevas tecnologías que de tanto hablar de avances técnicos se acaban olvidando del viejo oficio de contar con imágenes, algo en esencia muy básico y que solo requiere de una herramienta, imaginación. 

Hace ya unas cuantas décadas un grupo de insolentes jóvenes franceses dieron una bofetada al cine “convencional” de su país y se inventaron, casi de la noche a la mañana, la “Nouvelle Vague”. Es curioso como estos emprendedores muchachos (algunos ya no tan muchachos) partieron, entre otras cosas, de un hecho casi banal. Empezaron a cargar en sus hombros unas cámaras de 16 mm de tamaño reducido y pensadas en principio para hacer documentales. Junto a ellas, equipos de sonido de pequeño tamaño consiguieron darles la movilidad necesaria para lanzarse a las calles y contar sus historias.

No hacia falta luz artificial, no necesitaban costosos decorados, los travellings y los complicados movimientos de cámara eran superfluos, el raccord era algo a abolir. En el fondo se trataba de tomar las calles y narrar sus inquietudes sin los impedimentos estéticos y de producción que hasta ese momento les imponían.

Me diréis entonces que la tecnología fue fundamental para que todo eso ocurriese. Por su puesto que si, no niego la importancia de todo avance, pero en este caso se unía además el talento que muchos de estos revolucionarios poseían (no meto a todos porque algunos se perdieron en la estética y se olvidaron de su oficio, contar historias).

Francois Truffaut (curiosamente el más clásico de estos vanguardistas) dijo en una ocasión que imaginaba un futuro donde los cineastas, con un equipo mínimo, podrían contar sus pequeñas historias a modo de diarios filmados donde volcarían sus inquietudes y su visión del mundo. Bien, ese futuro ya existe, hoy en día todos los cineastas que disponen de algo de tiempo y pasión por su oficio pueden contarnos sus historias, sus sueños y su visión de la realidad.

La pregunta que me hago es si toda esta tecnología puede comerse al cineasta y convertirlo en un simple técnico, o, dicho de otro modo: ¿qué pasaría si por ejemplo esta tecnología llegase a un perdido pueblo del altiplano andino donde un chico sensible y observador nos contase su visión de la vida y nos dejase a todos admirados con su talento? Esa puede que sea la gran revolución por llegar, cuando se unan talento y medios en los lugares más insospechados. Pero claro, inmediatamente me asalta otra duda, ¿quién, en ese futuro próximo, tendrá el tiempo y la posibilidad de ver esas pequeñas películas llenas de pasión y talento?...

Me parece oír al maestro Truffaut que me susurra al oído: “Tal vez no las vea nadie, pero es importante que existan”, estoy totalmente de acuerdo con él, ¿y vosotros?

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